Imitando un poco a mi amigo Felipe Gerdtzen y sus
incomparables posteos llamados "Historia de Hoy", les compartiré algo
de la conversa que tuvimos mis hijos y yo al calor de una sopita casera y del
amor de familia.
Como chilenos, somos wenazos pa’andar poniéndoles
etiquetas a la gente que es “diferente”. Lo malo es que a veces te toca justo
toparte con los “etiquetadores” en tu trabajo o en la universidad. Los
“etiquetadores” son personas que se dedican a hacerle una especie de bullying
solapado a todos aquellos que se salen de los parámetros que ellos consideran
“normales”. Mientras escuchaba a mis hijos que compartían sus experiencias en
torno al tema me percaté que una de las razones que me motiva fuertemente a
sacar mi consultora adelante es porque quiero alentar y apoyar a todos esos
“raros” y “freaks” geniales que circulan por ahí (como mis propios hijos, debo
decirlo!).
No es un secreto que en este país cuesta
mucho ser innovador y “diferente”, sobre todo en la gestión empresarial. Hay
una especie de zona de confort muy grande que impide a los empresarios chilenos
ser y gestionar desde la innovación. Miedo al cambio, ignorancia o mera
indiferencia no los deja enfrentar la jefatura (Liderazgo, claramente no) desde
la atalaya de la creatividad, cambio de foco o mirada, donde les interese
abrazar y valorar a los empleados que son diferentes y que de verdad podrían
ser un aporte desde esa postura diferente. De hecho, hoy mismo en la mañana
debatíamos en una reunión muy entretenida, el afán que tienen los empresarios
por demonizar las redes sociales TODAVIA!! No se han dado cuenta que en la
medida que pasen los años, las personas que contratarán serán profesionales
2.0, tecnológicamente refinados y muy exigentes con lo que esperan de sus
jefaturas directas. Así, estos profesionales “raros” serán cada vez más
“comunes” en las organizaciones formales, llamadas empresas… Pero los que somos
pioneros tenemos que pagar el precio de la “rareza” con la que nos catalogan. A
todos los innovadores nos ha pasado lo mismo. Nosotros – los nerds, freaks,
raros, giles, diferentes y una serie de epítetos más – tenemos el mismo
problema, atreverse a hacer camino, juntar brechas, dar soluciones creativas y
enfoques diferentes dentro del entorno en que nos movemos a pesar que todos los
demás se opongan a esto. Ese es el precio que hay que pagar por la libertad de
ser como somos… Y como poder mantener la cordura en un mundo de gente
aparentemente igual? Fácil! Y es el consejo que le di a mi hijo Pancho: No
perder el foco, la meta, el horizonte, la línea final donde quiero llegar, en
definitiva, mi motor, lo que me mueve y me impulsa. Si no se me olvidan las
metas que tengo, en otras palabras, el “para qué” estoy haciendo lo que hago,
todo tropiezo, inconveniente, descalificación, bullying abierto o encubierto,
molestia, insulto o situación desagradable será fácil de soslayar o superar y
se convertirá sólo en un ruido de fondo en el gran concierto que es nuestra
vida, en la frecuencia que hemos decidido vivirla. PUNTO!!